Habíamos pasado unos días increíbles en Mallorca, disfrutando de sus paisajes y su gastronomía, pero sabíamos que queríamos llevar algo más que fotos de recuerdo. En la pastelería Ángel descubrimos las ensaimadas, y fue amor al primer bocado. Compramos varias para llevar a casa y compartir con amigos y familia. Fue emocionante ver sus caras al probar algo tan auténtico, y para nosotros, cada mordisco nos transporta de vuelta a las playas y montañas de la isla. Ahora, cada vez que alguien viaja a Mallorca, les pedimos que nos traigan más. Se ha convertido en nuestra forma de mantener viva la magia de nuestro viaje.